viernes, 24 de marzo de 2023

El sueño (siempre buscando)





"El sueño se acabó, Mori, se acabó"

El tano estaba con la mano bordeando el vaso, todo encorvado sobre la mesa, con el buzo de polar azul de la distribuidora. Había llegado al café un poco más temprano que Mori, solían coincidir en el horario porque Mori cerraba los viajes en logística y el tano entraba el último de los camiones a la playa. Mori salía por la puerta del frente de la distribuidora y el tano por el portón de la calle lateral, justo antes de que bajen la cortina. Quedaban los dos a cincuenta metros de la esquina donde estaba el 'Argos' un café de Buenos Aires de otro siglo, que de alguna manera había sido arropado por el barrio y no le llegó la época de bronce y dicroicas. Mori era flaco como el padre y pelado como la madre. Tenía unos anteojos RayBan de esos que parecen de la década del 60, fumaba como hacía años que no se fuma y parecía que simplemente estaba viviendo la vida esperando morirse. Ni fu ni fa.

El tano era camionero, nieto de camionero, hijo de camionero, hermano de camionero. El único de sus hermanos que no era camionero era contador y también laburaba para la distribuidora, la clave era saber amortizar los camiones, entender los gastos, proyectar con los ojos bien abiertos. El Sebas se las sabía todas y la verdad es que si le preguntabas a cualquiera, era el que dirigía la distribuidora.

El tano esa tarde volvió de la última vuelta un rato antes, dejó el camión y para sorpresa del playero salió por el portón un buen rato antes de que bajen la cortina. Dobló para la esquina y se sentó en una de las mesas que está pegada a la ventana, en la que siempre se sentaban con Mori a tomar café en vaso y charlar sobre la vida antes de volver a casa. Si era viernes el tano pedía el café con un `farol' de ginebra. Esta vez era martes, y el vaso solo tenía ginebra. Cuando entró Mori el tano se hizo un bollito, era como ver a un elefante intentar besarse la entrepierna mientras se esconde detrás de un tronco. Abrazó el vaso con sus dos manos y lo hizo desaparecer, se miraba las manos como si guardara un gorrión entre los dedos al que no quería lastimar. Mori se sentó frente al tano, le hizo una señal al mozo y mientras veía al tano darle un pequeño sorbo al vaso notó que estaba más fresco que ayer. El sol seguía poniéndose alineado con la calle lateral de la distribuidora, se acercaba la primavera pero todavía no tanto.

"El sueño se acabó, Mori, se acabó"

El tano esta vez había levantado la mirada y lo bañó con la tristeza de sus ojos. Mori había muerto emocionalmente en algún punto de su infancia, y si bien sentía algo de empatía por los demás cuando les contaban sus emociones, él solo podía imaginarlas. Mori no tenía mucha imaginación.
El tano sabía que Mori no devolvía nada, y por eso le confesaba hasta sus últimas intimidades. No lo juzgaba, simplemente lo escuchaba y le decía lo que creía que era más oportuno, pero esta vez Mori no sabía ni de qué se trataba el sueño. Entonces preguntó.

El tano estaba muy sorprendido, casi pasmado por la pregunta de Mori."¿Cómo qué sueño?....El sueño" Mori intentó recordar algún tipo de referencia, de comentario, de insinuación aportada pero no había nada. Recordó un viaje a Salto para visitar a unos familiares y un comentario sobre la adquisición de una quinta en Longchamps, pero no recordaba que en ningún momento alguien se hubiera referido a eso como "El sueño". Pensó en Cristina, la mujer del tano, pero él jamás se había referido a ella de ese modo ni mucho menos. Comenzó a barajar ideas para hablar del tema sin nombrarlo y así, poder construirlo.

El tano largó un fuerte resoplido que parecía estar contenido desde la mañana del día anterior. Miró por la ventana y mientras hacía bailar el vaso con sus dedos índice y pulgar, mirando al infinito, repetía en voz baja: "Se acabó, ya está, se acabó". Mori no podía dar con el más mínimo indicio o pista para conocer "El sueño", pero pensó que en todo caso, sin importar qué fuera, podría encontrar palabras para reconfortar al tano, contarle que la vida continúa, que puede haber otros sueños. Mori de pequeño, cuando aún el mundo le generaba emociones, tuvo un perro pequeño que se llamaba Romualdo. Como Mori no podía pronunciar bien el nombre le decía "Momualdo" y con el tiempo el perro pasó a ser El momu. El Romualdo ya era grande cuando Mori nació, tendría unos diez años, entonces para cuando se transformó en El momu era un perro viejo y con mañas que apenas si se movía por la casa. Los perros pequeños y medianos, como los terrier, llevan mejor la vejez que los perros grandes, como los pastores. Entonces el momu, que era mezcla de cuatro o cinco razas diferentes, pero similares, le llegó a dar algunas tardes de juego al pequeño Mori . Los padres de Mori siempre lo prepararon para que sepa que el momu un día no estaría más. Y así fue. Mori sobrellevó muy bien la partida del momu, porque estaba preparado. Sus padres le habían dicho que luego de un tiempo, podrían tener otro perro y si bien Mori entendía que los seres vivos no son intercambiables, también sabía que le iba a gustar tener un nuevo perro.

El tano seguía mirando por la ventana mientras Mori revolvía el café en el vasito de vidrio y sentía, con la cucharita, como el azúcar se disolvía en el fondo del vasito. Cuando el tano largó el segundo resoplido Mori ya se había acordado del momu y empezó a contar la anécdota, pero mientras iba avanzando con el cuento se dió cuenta que estaba comparando un perro viejo con "El sueño" y simplemente paró de contar luego de que el cuento llegó a la parte de la muerte del momu.

El tano giró la cabeza maquinalmente y tenía una expresión que era mezcla de terror, sorpresa e interrogación. Por un instante le había parecido que Mori estaba contando un cuento sobre sus emociones y la superación de adversidades. Mori, el tipo que parecía no tener ni alma, ni corazón ni espíritu. Mori, el que le daba completamente lo mismo si Fernanda, la secretaria del Sebas le dirigía la palabra o no, o si le pedía que la lleve a la casa porque no quería volver sola ya que iba a estar sola luego, en la casa. Mori, el que la llevaba y aceleraba antes de que se cierre la puerta. Los muchachos de la playa le preguntaban al tano qué le pasaba a Mori y el tano les decía: "Nada, sucede justamente eso, a Mori no le pasa nada"

El tano le preguntó a Mori que había querido decir, y Mori entre idea e idea, simplemente dijo:

"Hay cosas que se acaban, pero se puede seguir soñando"