Escribir me persigue como mi gato a su mierda. No lo busco, pero en algún punto no lo puedo abandonar, ni dejar ni nada. Mi gato va a su ¿baño? y comienza su circo de necesidades, hace lo suyo, pone cara de que no está pasando nada y luego comienza un larguísimo proceso para tapar la mierda que no logra su cometido. Patea y empuja piedras con su garra izquierda (aprendí al cortarle las uñas que las de la garra izquierda están gastadas naturalmente) forma pilas, esparce, sigue y sigue. En algunos momentos frena, huele para validar los efectos de lo que hace y luego sigue, creo que no tiene idea de que está haciendo o, mejor dicho, de como se marcaría ese acto por terminado. En un momento se retira y simplemente camina con cara de culpa por ahí, porque sabe que tiene mierda en las cuatro garras que esparcirá por toda la casa. Yo lo puteo internamente porque además hace más difícil el proceso de limpieza de las piedras. En vez de haber un par de soretes enteros hay unas micropartículas apenas más grandes que las piedras que con ojo quirúrgico y paciencia budista, se pueden remover. Yo las remuevo.
Digo que escribir me persigue porque no lo puedo dejar, como el gato a su mierda. Por momentos me planteo un `ya fue' bastante sincero, en el cual simplemente dejo que la vida transcurra y no escribo un carajo y listo. Pero vuelve que te vuelve como perro cariñoso. Entonces me propongo domarlo, escribir de forma concienzuda, constante, intensa, sacar todo lo que haya ahí para ver si hay algo. Pero nunca lo he logrado, no hasta el momento, siempre hay una interrupción, un algo que me hace cambiar el plan, no cumplirlo y si no es el plan, bueno, ¿para qué estamos si no es para seguir un plan?
Había escrito unos párrafos de como ahora sí iba a tomar el toro por las astas y darle de una buena vez una sacudida a la bolsa para que suelte todo el polvo que tiene, si es que tiene algo, y dejarnos de joder. Pero lo que no entiendo es que es esto, esto que es y no otra cosa. Ya es, es esto. No es cierto que lo abandoné y retomé, no es cierto que no estoy dándole suficientemente duro a la bolsa para que salga definitivamente lo que tiene que salir, es esto.
Hace muchísimos años, como treinta, en algún momento entendí que lo que había de futbol en mí era eso que había. Ni más, ni menos. Y cuando me refiero a fútbol es en todo el sentido posible, desde las ganas de jugar hasta la capacidad para hacerlo, la presencia o ausencia de algún virtuosismo, desde las ganas de saberme todos los nombres de los jugadores que integran la plantilla de Banfield a no saber si está jugando en primera o si clasificó a La Libertadores, o si La Libertadores sigue existiendo. Y eso me dejaba satisfecho. Me enfrento con gente que me dice a veces es que a vos no te gusta mucho el fútbol y me acuerdo de una vez, si solo una vez, que le hice una bicicleta en pleno partido a un tipo y luego de patear al arco, claro que no fue gol, escuchar de fondo que decían paaa mirá la que tiró... También me acuerdo cuando veo a un delantero que me cae mal, y son varios, definir una jugada de forma magistral y mientras tengo un bocado en la boca frente a la compu donde estoy viendo la jugada grito y le pego golpes a la mesa porque no entra en mí la sensación de placer que me acaba de provocar. Pero a mí no me gusta mucho el fútbol. Entonces lo que aprendí es que lo que pase entre el fútbol y mi persona, es de mí para mí. Claro que adoro abrazarme para festejar un gol, claro que quiero jugar con mis amigos a la pelota, claro que quiero que sea un mundo de gente con fútbol. Pero lo que me pase a mí con el fútbol, es solo para mí, y cuando toma otra forma es eso, mi relación con el fútbol.
Entonces lo que pasa es que me debería importar muy poco si lo demás lo entienden o no, si cambia de forma o sigue igual, si son ardorosas palabras que brotan o un triste río de letras que apenas cobran sentido cuando se las agrupa apropiadamente, simplemente es así. El que no entiende esto soy yo, escribir me sale así, no hay otra cosa. Seguramente si escribo más, mejore como escritor, encuentre fortalezas y debilidades para explotar o para esquivar. Pero al fin y al cabo es esto, no es otra cosa. Nunca paré, nunca retomé, nunca fue otra cosa, con o sin plan, constante o esporádico, metódico o antojadizo. Es esto.
El gato sigue moviendo las piedras, rasca y rasca, huele y cuando escucha que me estoy acercando frena, levanta la mirada, pone su cara que dice me está chupando un huevo lo que opines, estoy trabajando y sigue, luego sale despacio, cargando un poco de mierda en las garras y simplemente deja que sea. Dejalo ser, gato, es lo que es.